¿Porqué Viajar? Parte 1 - Un viaje al pasado

En mi último post hablé un poco de cómo nació Andares - Viajando entre sueños y de la evolución que está teniendo en este momento.
Hoy quiero profundizar en la parte de los sueños. Como escribí, todo ha empezado por un sueño, el de viajar, y como cada vez ha tomado más fuerza, es como un ser vivo en mi interior que tiene mente propia y solamente quiere que lo deje libre.
Desde muy pequeña he tenido la fortuna de poder viajar gracias al trabajo de mi padre. Recuerdo como me emocionaba cada vez que me montaba en un avión o en un carro para hacer un viaje a cualquier parte.  Bueno, sinceramente la parte del carro no era tan emocionante porque me mareaba, pero entienden la idea.
Desde que nací hasta aproximadamente los 7 años viví por fuera de Colombia, mi país natal; a esa edad, la familia se radicó en Bogotá, pero mi papá seguía viajando, lo que hacía que una vez al año fuéramos a visitarlo donde él estuviera. No sé si mi emoción era por verlo o por el viaje en sí, pienso que esa es una reflexión que talvez haré más adelante.
Aún después de todos estos años, tengo imágenes e impresiones muy claras de esos primeros países que conocí, Trinidad & Tobago, Ecuador, Bolivia, Panamá, Cuba, Nicaragua. Cada uno de ellos tan diferente, pero a la vez con tantas características tan similares y con ese encanto único que solo cuando lo vez con los ojos del corazón lo puedes sentir.
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No puedo dejar de lado los viajes dentro de mi Colombia.  Como he dicho, vivíamos en Bogotá, pero la familia de mi padre era de Bucaramanga, así que también viajábamos allí en mis vacaciones del colegio. 
Yo era en realidad una niña bastante solitaria y sobreprotegida, lo que me hacía extremadamente tímida; mis únicos amigos eran los del colegio, pero como no vivíamos cerca, no podíamos jugar los fines de semana o después del cole, y mucho menos pensar en que me dejaran salir a la calle para jugar en el parque.  
Por esta razón, cuando llegaba a Bucaramanga lo primero que hacía era ponerme los patines y salir a la calle; durante esos dos meses de vacaciones, coleccionaba raspones, risas, carreras, juegos, mugre y fantasías.  Me siento privilegiada por haber podido disfrutar de esos momentos en mi infancia en donde el sol, la lluvia y el viento me acariciaban el rostro y hacían parte de mi día a día.
A medida que fui creciendo, ese amor por los viajes evolucionó. A los 18 años y recién desempacada del colegio me fui a vivir por 2 años a Montpellier, en Francia. Es difícil expresar en palabras lo que esto significó para mí, no solamente era mi primera experiencia como “adulto” solo, sino en un país con un idioma y costumbres totalmente diferentes.  Lo amé!! Hoy en día todavía puedo cerrar los ojos y transportarme, sentir como Francia respiraba historia. Cada calle, ladrillo, castillo era como una ventana al pasado.
Por otro lado, me sentía libre de ataduras, sentía que podía ser total y absolutamente leal a mí misma sin que me juzgaran porque pensaba diferente o actuaba diferente.
Lamentablemente, la parte de “adulto” no estaba muy desarrollada en mí y esa fue la principal razón por la cual, al cabo de dos años, me devolví para Colombia. Sin embargo, cuando regresé era una persona diferente, y eso es lo hermoso de los viajes, te cambian a un nivel tan profundo que nunca volverás a ser el mismo.
Hoy Daughtry me acompañó en este viaje al pasado.
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